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Un mundo ideal

Bueno, lo de ayer.

Mi amigo Jordi me había invitado a una cena, que como ya os dije resultó ser la cena de cumpleaños de su nuevo "lo-que-sea". Es curioso, porque luego yo le digo que va de flor en flor y se cabrea... y es una verdad como un templo. También os dije que en esa cena nadie se conocía entre sí, algunos se habían visto un par de veces, pero no más. Un show.
Jordi se extrañó de que no me fuera, y es que aquello tenía MUY mala pinta. Pero decidí quedarme. Ya que estaba allí...
Fuimos a cenar al Fresco ese, que es una mierda pinchada en un palo. Por suerte obligué a Jordi a que me invitara como compensación moral.
Durante la cena me sentí como si hubiera retrocedido 5 años en el tiempo, a esas cenas de mierda que hacías con los amigos y luego te ibas a la discoteca de turno a pillarte algún rebote por alguna cosa absurda. Obviamente, eso no faltó. Pero para luego.
Había algo diferente en aquella cena, y es que como todo el mundo (menos la chica) era gay el ambiente (y nunca mejor dicho) era diferente. Yo estaba acostumbrado a que en esas cenas a esa edad como mucho hubiera 2 gays... aquello me superaba. Los yogurines perdían litros y litros de aceite, clasificaron a todos los hombres que había en el local, gritaban, hacían bromas sin gracia y, básicamente, daban vergüenza ajena. Pero me acordé de que a su edad todos pasamos más o menos (he de decir que yo menos) por lo mismo, así que intenté disfrutar.
Poco a poco les fui pillando el punto, hasta que uno (que aunque habría jurado que no tenía más de 15 años resulta que tenía coche!!) le "tiró" al lo-que-sea de Jordi un "helado" a la cara. En ese momento toda mi esperanza de que hubieran madurado de golpe durante la cena se esfumó. Luego vinieron los regalos (velas, tarjetas, libros y demás... qué teenager!!) y luego nos fuimos. Al salir, como ya estábamos un poco más relajados, los adultos (juas) nos separamos un poco de los chavalines. Era como una excursión, nosotros detrás controlándoles y ellos haciendo el loco (la loca, en realidad) por la calle.
Antes de llegar a ningún sitio el que le había tirado el herado al lo-que-sea de Jordi dijo que se encontraba mal y se fue, llevándose con él a un chavalín muy mono que creo que todos nos queríamos ligar. Respecto a estos dos hay muchas teorías, inexplicablemente el asaltante del helado llevaba un sillín de bicicleta en la mano. Yo pensé que era por que habían venido en bici y lo había quitado para que no se la robaran. Pero si eso era absurdo, más absurdo resultó cuando me enteré de que tenía coche... Aún hoy no se ha logrado explicar.
En el camino hacia ninguna parte surgió la maravillosa discusión absurda que aparece siempre. Esta vez el tema era el Zincpiritione. Mientras todo el mundo me decía que esa palabra no existía y que lo del anuncio del coche era otra cosa, yo no me cansé de repetir (me dolía ya la boca) de decirles que yo tenía un champú (marca Revlon, para más señas) que llevaba zincpiritione y lo ponía en el bote. Hoy lo he comprobado y sí, tenía yo razón, el zincpiritione existe y es un elemento quimíco común en los champuses. ¡Toma ya!
El primer local al que entramos, después de dar doscientas mil vueltas, fue una especie de bar que se llamaba Salt i Pebre. No sé cómo acabamos ahí, creo que era el único que conocía uno de los chavales. Hablando de ese chaval, cuando llegó fue momentazo Twin Peaks: apareció junto a nuestra mesa, un hombre de dos metros y pico, mirándonos fijamente. Yo me asusté. Luego me di cuenta de que no debía tener más de 17 años, y me asusté más.
El caso, el Salt i Pebre era como un local del puerto de Masnou pero un poco más cutre. Música horrible (parecían estar tirando del Disco Estrella de hace tres o cuatro años), ambiente tremendamente cargado... No tardamos demasiado en salir. Hasta aquí el único alcohol que yo había visto (que no probado) era una cerveza y un cubata. Yo me reservaba a que entráramos en Arena.
Y es que, aunque intentáramos negarlo, todos sabíamos dónde íbamos a acabar.
En nuestro camino hacia allí (nadie podía escuchar los gritos de pánico que salían de lo más profundo de mi corazón) Jordi y el lo-que-sea se quedaron rezagados para ir comentando cosas de las suyas. Los demás (a estas alturas éramos dos adultos gays, una adulta heterosexual, el gigante adolescente de Twin Peaks y un actor-gay-adolescente) nos paramos en un banco en plena Gran Vía a esperarles. Pero no venían. Fui yo a ver qué pasaba (y es que a esas alturas ya me habían otorgado el dudoso honor de ser el Jorge Javier Vázquez de la noche -supongo que me lo gané a pulso a fuerza de repetir constantemente [y no sé por qué] "qué fuerte, qué fuerte, qué fuerte"-) y me dijeron que entráramos nosotros que luego vendrían.
Aquí empezó la hecatombe. A los demás no les hacía demasiada ilusión meterse en la discoteca a esperar y preferían ir al Universitari, pero el Universitari parecía estar cerrando o no sé qué y decidieron no entrar. Mientras hacíamos el gilipollas en Plaza Universidad chafardeando a los dos tortolitos en el banco el gigante adolescente y el actor decidieron irse a dar una vuelta calle Pelayo abajo. Los adultos, consternados, nos quedamos sin saber qué hacer y nos fuimos a buscarles. Nadie me hizo caso cuando les dije que mandaran un sms para avisar de que no íbamos a entrar a Arena. Pelayo, Plaza Cataluña, Urquinaona, Ronda Sant Pere (aún no sé por qué coño tenían tantas ganas de andar por ahí a esas horas) hasta acabar sentados en un banco al principio de Paseo de Gracia. Mis esfuerzos para que se movieran y entráramos en algún sitio fueron totalmente en vano porque se apalancaron y se agotaron y ya empezaron a hacer planes para irse a casa. En ese momento llama el lo-que-sea para preguntar dónde coño estamos que no nos ven en Arena y el Gigante Adolescente le responde que no hemos entrado, que vengan a buscarnos.
El resultado fue de una baja (que se fue a dormir), dos ausencias (que se fueron a buscar un jersey a no sé donde) y Lucía y yo escuchando Chico y Chica en Plaza Universidad (sí, volvimos) comentando la jugada.
Las conclusiones de ese momento fueron: según Lucía el lanza-helados estaba coladísimo por el lo-que-sea y se había pasado toda la noche llamando su atención. Como éste no le había hecho caso, ni siquiera después de dejarlo en ridículo delante de todo el mundo, dijo que se encontraba mal y se fue, llevándose con él a su colchón (el chico mono).
Todos volvieron a aparecer de golpe: el actor, el gigante, Jordi y el lo-que-sea. Ambiente tenso (que fuerte, que fuerte, que fuerte) y Jordi, el lo-que-sea y el gigante que se van a casa del último a buscar la bolsa que habían dejado allí hacía un rato.
Entonces se destapó el culebrón:
El actor nos contó que el gigante le había dicho que estaba colado por el lo-que-sea, que habían estado saliendo hasta hacía poco y habían roto. Aquí Lucía y yo nos sentimos mal por haber intentado convencer al gigante de que no se tenía que enfadar con el lo-que-sea por haberle dado "plantón" (que no fue así) porque "tú imagínate que conoces a alguien que te gusta y quieres pasar tiempo con él... y no te das cuenta de que hay más gente. Es normal, no te comas la cabeza" ¡Ja!
Luego también resultó que el actor se había liado con el lo-que-sea hacía tiempo (parece que el lo-que-sea sea un playboy, pero nada más lejos de la realidad). Y además al actor le había hecho tilín (literalmente, lo dijo así) el asesino heladero. Incomprensible para Lucía y para mí, todo un descubrimiento para él. Si ya lo dice mi amigo Mr. Pepino: "En el ambiente siempre hay alguien para ti".
Total, cinco y media de la mañana, yo aún con ganas de fiesta, medio mundo enfadado con medio mundo, Lucía con un sueño que no se aguantaba y Jordi desaparecido en combate. Acabamos en el metro, asaltando una máquina expendora poniéndonos hasta el culo de Doritos, M&M's y Lays; riéndonos de lo absurdo que era la situación y casi partiéndonos (al menos yo) la cabeza por intentar leer un puto cartel de información.

Total, que sin haber entrado a Arena me he encontrado con todo aquello que no quise vivir en su momento. De hecho ahora tampoco quiero, pero ya es demasiado tarde. Envidias, celos, rollos raros, malos rollos, buenos rollos, rollos a medias, ir a dormir a casa de tu ex el día que celebras tu cumpleaños y te lías con uno 5 años mayor que tú... no tiene precio.
Fue todo muy en miniatura, que sé que esto no es nada comparado con lo que puede llegar a ser. Pero para mí fue todo un mundo. De la noche a la mañana tengo un montón de contactos nuevos en el messenger y he acabado conociendo a gente que me cayó genial. Lucía resulta que vive a un tiro de piedra de mi casa.

Lo mejor de la noche es que me pasé todo el rato viendo gente y pensando: "Coño, este me suena" "Uy, a este lo conozco..." Claro, de las fotos que uno que me sé me ha ido pasando xDDD
¡Nena! ¡Qué fuerte, qué fuerte, qué fuerte!

Repetiré. Aunque sólo sea por terminar de desvirgarme. Y esta vez iré con profesionales. Yo propuse hacer otra cena idéntica, pero ahora en plan "Aludidos y damnificados del 1 de abril". Con todas las cartas sobre la mesa veremos todos los matices que se nos escaparon.

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