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Una serie de catastróficos olvidos

Hidroboy's Greatest Hits

Acabo de llegar del cine y me encuentro al perro llorando desconsoladamente. No le pasa nada, no le duele nada ni le sangra nada ni parece especialmente enfermo. Seguramente estará triste pensando en el ridículo que ha hecho al atravesar el cristal intentando imitar a Rex (¡un policía diferente!).
El caso es que yo empiezo a pensar que la culpa la tenemos nosotros. Poco antes de que al perro le diera por imitar a Terminator mi familia se ha vuelto loca cantando (a lo bestia) "El gato que está triste y azul" de la Tamara (la mala). Y todos sabemos el efecto paranoide que provoca esta canción en ciertos individuos. A los perros les hace intentar suicidarse ante la idea de encontrarse con un gato triste y azul... y a otros les hace perseguir a personas que, supuestamente, no quieren volver a ver en la vida. Una vida llena de alegrías, ilusiones y experiencias... pero que, inevitablemente, necesita a alguien como yo para tener sentido. En fin. Menos mal que toda esa gente murió de repente un día de no hace mucho.
Y menos mal que mi perro no se ha muerto.

Feliz Navidad.

Y ahora, mientras venía del cine, me he acordado de que antes se me ha olvidado comentar algo importantísimo de esta comida de Navidad.
No sé si ha sido por el trauma, por el shock o por que simplemente le ha dado la gana, pero mi tía se ha cogido un pedal de aquí te espero. Estaba totalmente fuera de sí. Se iba llenando las copas de cava como si fuera Carmen Sevilla... Dale que te pego, dale que te pego.
Luego le ha dado por tirar adornos de Navidad por encima de la mesa y casi provoca un incendio con la cantidad indecente de velas que ha puesto por ahí; así que las ha apagado.
Y media hora más tarde nos mira a todos seriamente, mira a las velas y dice:
"¿Por qué coño están las velas apagadas?"
Total que las ha vuelto a encender. Y entonces las ha reunido todas en un lado de la mesa para simular una especie de altar o vete-a-saber-qué.
Pero lo mejor ha sido cuando nos hemos puesto ella y yo a jugar al Super Simón que le han regalado a mi sobrino. No daba una. Se encendía la luz azul y ella iba a por la naranja. Se quedaba empanada sin saber qué hacer y de repente le pegaba un manotazo al cacharro. Demencial.
Cuando se ha puesto a dar tumbos por el pasillo y luego se ha llenado una copa con un pulso más tembloroso que el del Papa ella misma se ha dado cuenta de que estaba seriamente perjudicada.

Pero oye, todos nos hemos pillado una buena cogorza alguna vez en la vida. Y la mujer era feliz, nosotros éramos felices y, por suerte, no lo hace casi nunca. Así que, ya que está en su casa, qué menos que emborracharse para ahogar las penas y luego estamparse directamente contra el colchón de su cama.

Mi amigo Mr. Pepino también se emborracha de vez en cuando mientras chatea por internet. Así tiene el culo... de profundo...

Besitos a todas. Especialmente a Josep. Un chico que no sé de dónde ha salido pero que es un fans.

P.D.: Queridísimo Lestat, que sepas que no me olvido de ti. Comprende que estos son unos días muy atareados y no puedo dedicarte todo el tiempo que me gustaría, del mismo modo que yo imagino que puedo comprender que tú tampoco me lo dediques a mí. Ni un mísero e-mail.
No olvido tu romántica y tierna frase, que se ha convertido en portadora de mis sueños cuando me metro entre las sábanas a la espera de que la Reina de los Sueños me haga una dulce visita:

"A ti te voy a meter de todo menos hackers"

P.D.2.: El mundo ya no me da más señales de color lavanda. ¿Qué hago? ¿Dejo caducar mi amor como caducan las flores en otoño o me sigo matando a pajas mientras canto eso de: "Surto a les portades de molts diaris..."?

Achús, achús. Qué terrible constipado llevo encima.

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