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We love the funk

Y me levanté el miércoles... y Pol me preguntó:

"¿Qué tal la resaca?"

A pocas personas les preguntan eso un miércoles a la 1 del mediodía. Yo soy una de esas personas.

Resulta que el martes por la noche, en la sala Bikini, fue la fiesta de la empresa. La Farra, que la llaman. No sé si os hablé de la farra del año pasado, que fue en Pacha. De hecho, voy a rebuscar por el blog a ver si encuentro el post y lo leo, para hacer una comparación...

Un momento por favor...


Vale. Leído. Y jo, qué poco dio de si la fiesta del año pasado.

Pues, como os iba diciendo, la fiesta fue en Bikini. Fuimos desde el trabajo Laia, Marisol (perdón, Maricel), Marc y yo en el coche de Laia. Ir con la Laia en coche es un espectáculo: las ventanas suben y bajan (dependiendo de si hay chulazos cerca a los que hacerles una demostración de lo bien que suena el cd que llevamos -cd creado por mí, por supuesto-), hay un huevo gigante que va pululando por los asientos hasta que termina en la cabeza de la Laia y casi nos matamos y lo dejamos a un lado asustados... y cosas así.
El gag del viaje fue cuando nos plantamos en plena Diagonal y ella toda convencida de que se había metido contra dirección se pone a hacer eses gritando "¡¡Que vamos en contra dirección!!!!" y Marisol (perdón, Maricel) le decía que no y yo me partía el culo de risa.

Luego aparcamos y fuimos para la disco. El Marc dijo: "Uy, ahí un cartel muy grande que pone B...I...K...I...N... ¿qué será?"
Pues Bikini coño, Bikini.

Al entrar nos dieron los vales de las consumiciones, un llavero muy majo (y muy grande) y otro número para un sorteo que este año TAMPOCO me ha tocado nada.
Yo iba vestido con camisa roja, pantalón negro y corbata negra. Y la chaqueta fucsia. La idea era ir todo de negro con corbata roja, pero al final cambié de opinión. La chaqueta se fue al guardarropía en cuanto uno me confundió con un camarero.

Una vez en la sala vimos que había instrumentos en el escenario (pensé que algún grupo de Hippies nos iba a fastidiar la noche) y nos dispersamos para encontrar:

1.- Comida
2.- Gente conocida

En ese orden.

La gente conocida apareció antes pero les dijimos que no, que primero iba la comida. Localizamos una bandeja de tortilla de patatas que cogíamos los pinchos de dos en dos y cuando alguien nos miraba raro nos girábamos y le decíamos al primero que pasaba: "¡Ahora te llevo tu tortilla!" para disimular. Un par de tías nos miraron mal al decirles lo de la tortilla.
Descubrimos que había muchas más bandejas repartidas por las barras, así que dejamos la tortilla y nos pasamos a los montaditos, las pizzetas, las croquetitas y los mini trozos de jamón incrustados en pan de ayer.

Harto de aquello, empecé a beber.

En total creo que cayeron 3 o 4 cubatas. Un par o tres de cervezas. Una coca cola (que me tiraron la mitad al suelo).

De repente las luces se apagan y aparecen unos en el escenario. Son muchos. Muchos hippies, pienso.

Empiezan a tocar y es así rollo funky. Ah pues mira, no está tan mal. Se ponen a cantar. En inglés. Y no cantan mal. Uy, el cantante con esa barbita... estos me suenan a mí...

¡Coño! ¡Si son la Fundación Tony Manero!

Se marcaron un concierto divertidísimo. La Pepa y yo nos fuimos a primera fila a lucir palmito, a pegar unos cuantos saltos a ritmo de "We love the funk" y a ver al cantante que se quitó la camisa y estaba que daba gusto verlo con sus Calvin Klein sobresaliendo.
Cuando terminaron la Pepa se abalanzó sobre el escenario a exigir que le cantaran otra canción.
"Hijoputa, ¡canta otra canción!" era la frase.
Y le hicieron caso. Cantaron otra y empezó a pinchar el DJ.

Mi jefe me vio por ahí abanicándome y le entró la risa. Los jefes de otras tiendas se llevaban las manos a la cabeza, a mi ex-jefa de recursos humanos casi le abro la cabeza al ir a darle dos besos con demasiada emoción y mi jefe-jefe-super-jefe no sabía dónde meterse.

Del sorteo no hablo por dos motivos:
1.- No me tocó nada, así que no me importa.
2.- Grité tanto que se me murieron las 3 neuronas encargadas de almacenar esa información.

En cuanto despejaron el escenario nos dejaron subir a bailar y, por supuesto, yo fui el primero y el último en bajarme.
Qué cansancio, de verdad.

Desde abajo la gente se volvía loca al ritmo de mi abanico. Preguntaban "¿Y ese quién es? ¿Y ese quién es?" y cuando se enteraban de que era la mari-encargada se ponían a rellenar solicitudes para trabajar para mí. ¡Divina!

Luego de unas horas bailando y unas horas bebiendo la cosa empezó a degenerar en lo que suelen degenerar estas fiestas: proposiciones indecentes a todo Dios, cubitos que van y vienen de boca en boca, besos robados con foto a lo Ana Obregón con Miky Mouse ¡digo! Molina en el coche...
Yo diciéndole a uno que me crucé una vez en otro trabajo que está como un tren...
La frase al final fue:
"VOSOTROS DE TODO ESTO MAÑANA NO OS ACORDÁIS ¿ENTENDIDO?"

Nos echaron muy pronto. No volví con la Laia porque para cuando salí de la discoteca ella ya debía estar en casa durmiendo porque ni la vi. Uno que iba conmigo sin despedirse ni nada dijo: "Me voy en taxi" y se metió en el taxi que había justo delante suyo (que parecía que lo tenía ensayado y todo).
Y yo me metí en un coche rodeado de tíos buenos a los que no paraba de proponerles guarreridas españolas y que ninguno aceptó, obviamente. El conductor no paraba de dar vueltas para esquivar a los Mossos y al final tuve que suplicarle que me acercara a casa porque el desgraciao quería dejarme en no sé qué calle para que cogiera un taxi.
Llegué a casa y me acosté dando tumbos. El techo me daba vueltas.

Hoy, por supuesto, todos resacosos y con menos fuerza en las piernas que la Infanta Elena. No sé por qué la infanta Elena tiene pocas fuerzas en las piernas, pero tiene pocas fuerzas (confirmado por la Universidad de Massachussets). Mi jefe me ha preguntado si no llevaba el abanico y a mí me ha entrado la risa. Me he tirado media tarde dando paseos a la competencia, he confundido a dos empleados y me he tirado toda la tarde dándole a uno las tareas del otro... hasta que les he dicho que lo mejor iba a ser que se cambiaran el nombre porque no me aclaraba.

Y luego me he comprado el Gears of War y me han regalado un gorro monísimo (en realidad me lo he regalado yo) que me lo he puesto y parecía Parappa The Rapper.

He venido a casa, mi madre me ha preparado una ensalada y he terminado de ver la cuarta temporada de Las Chicas Gilmore. Qué bonito todo. Casi lloro.

Ahora estaba haciéndome una lista de reproducción de La Oreja de Van Gogh y he descubierto que:

A) La mitad de los mp3s se jodieron cuando se me jodió el disco duro y no están enteros.
B) Amaia Montero no sólo es repelente, sino que además es una falsificación: No se parece en nada a la chica que salía en la portada de su primer disco.

Seguro que cualquier día sale la chica esa gritando: "¡¡Yo soy Angela Bennett!!"

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16 noviembre, 2006 14:49

¿Que es lo que regalaban en el sorteo?

Y haberme invitado a la fiesta, ¡zorra! Que vivo a dos calles de Bikini.    



16 noviembre, 2006 22:17

A la fiesta no podías venir porque no eres trabajadora de mi trabajo. Pero si me hubieras agregado al messenger como te dije habrías sabido que tenía fiesta en Bikini y al salir podía haber ido a follar toda la noche que me fui con un calentón que pa' qué. PUTA.    



17 noviembre, 2006 01:29

La noticia del dia:
http://www.elperiodico.com/default.asp?idpublicacio_PK=46&idioma=CAS&idnoticia_PK=356455&idseccio_PK=1022

pobre carmen.    



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